Una maleta, un billete de avión… y vivir.

Una paciente me preguntó: ¿Y tus viajes? Los has dejado… ¿Y te duele?
Viajar, para mí, era mi prioridad. Nada como ir a algún lugar desconocido —o conocido—. He viajado desde hace mucho: Cuba, casi 50 veces; Paris, quizás 20 viajes; algunos lugares, menos. Viajar es vivir: no hay algo más extraordinario que tú, una maleta y tus sueños. Quien no tenga esa experiencia, no ha vivido. Abstinencia, cierto. Tengo meses sin hacer una maleta, cuando estaba acostumbrada a hacerla casi cada 3 semanas. Viajar es lo más cercano a uno mismo. No encuentro algo más cercano a mi esencia.
Pero, espero, sin desespero. Y cuando pueda tomaré un año de mi vida —o más si se puede—. Podré ir a Londres, regresar a sus calles, a ese descubrimiento de una ciudad increíble. También a Escocia, a Islandia, y ver las auroras… Tomaré un vuelo a Estocolmo, y volveré a bailar con el cocinero del restaurante donde disfrutamos tanto. Iré a Berlin, al KaDEWi, y tomaremos vinos espumoso hasta que nos saquen de ahí. Caminaré las calles llenas de hielo. Iré a Paris, mi PARIS, donde sé de memoria los barrios y los olores del pan. Iré a las ciudades que me falten por conocer y descubrir. Iré a Korea, a Japón, y a donde se pueda de se lado. Luego me iré al Africa, mi sueño. Seguramente tendré a mi lado a mi sobrina Nadia Siordia; espero poder ver su rostro cuando, en un amanecer, los animales corran. Hace algunos años fuimos a Indonesia y estuvimos en un zoológico muy especial, y recuerdo lo impactante que fue. Seguro que ver a los animales libres debe ser algo increíble. Quiero compartir con ella un amanecer en un lugar así, y que vea a sus animales favoritos.
Nadia es una amante de los animales. Ella cree que los animales son mejores que los humanos. Comparto eso. Quiero sentarme en la madrugada y compartir con ella una visión maravillosa de esa vida, antes de que se extinga.
Después, descansaré en algún lugar en Italia, un lugar donde pueda ir en bicicleta y sentarme en una plaza a tomar café.
Y, finalmente, no sé dónde terminaré. Solo sé que quiero tener una maleta, un billete de avión y una expectativa: vivir. ¡Aunque, seguramente, con un cubreboca!!!