He visto morir.

Se supone que cuando eres médico, tienes más ventaja para lidiar con la muerte.
¿Le tengo miedo? A mi muerte, sí, por supuesto. Me cuesta trabajo pensar en eso, y me da miedo. Pero, he visto morir. Se supone que los médicos estamos acostumbrados a lidiar con «la flaca».
Estoy escribiendo algo sobre mi aventura en la medicina y ahora recuerdo algunas cosas, sobre todo relacionadas con la muerte y la compasión.
Quizás, uno de los momentos más fuertes, en una guardia, en mi internado: Había un paciente muy joven, con cáncer de colon. En su expediente se leía que era un paciente terminal y que no se le hicieran maniobras de resucitación.
Por la noche, me llamaron las enfermeras; el paciente tenía un sangrado. Me acerqué a su cama. Él me miró. No puedo olvidar el terror en sus ojos. Le tomé la mano y me dijo: «No me quiero morir.» Yo tragué saliva y le dije: «¡No mientras yo esté aquí!» Recuerdo que agarré una sábana y, como en las película, la hice tiras; le hice un vendaje para conseguir parar el sangrado. No entiendo que pasó después, solo vi su cara de agradecimiento. Me quedé mucho rato tomando su mano.
Creo que esa noche algo cambió en mí. Vi a la muerte de frente, y no le tuve miedo. Al otro día el paciente murió, pero no en mi guardia.
En esta pandemia me entero de gente conocida enferma, y de algunos que han muerto. Me duele hasta lo más profundo. Lo más seguro es que esos se van sin una mano que les de un poco de calma.
Cuando murió mi madre, le pedí unas horas antes que ya no sufriera. Le dije que iba a hacerme cargo de la familia. No sé si lo he cumplido, pero le hablé al oído y tomé sus manitas. Poco tiempo después dejó de respirar.
Hay muertes que esperas para que no sufran más. La muerte es algo inevitable, como el envejecer, como el aire, como la vida.