Consejos para ser una persona de bien.

Las letanías de Carmen Carpio.
(Escrito en 2013) Se acerca el Día de las Madre. Hoy vi que no hemos vendido certificados de regalo. Eso, fuera de preocuparme me hizo recordar, y por otro lado, reflexionar sobre las cosas que nos decía mi mamá una y otra vez, lo causaba en mí —y supongo que en mis hermanas— un poco de rechazo. Nos caía mal. Volteábamos los ojos para arriba, y decíamos: «¡ya va a empezar la letanía de Carmen Carpio!»
Hoy me doy cuenta que mi madre estaba muy adelantada. Era visionaria y, posiblemente, una de las primeras ambientalistas, recicladoras, psicóloga, y mucho más.
Aunque nunca fue a una escuela formal, aprendió a leer, porque «la necesidad es la madre de todos los inventos.» E aquí algunas de sus consejos básicos para ser alguien que vale la pena:
La gente acomedida, donde quiera cabe.
Cuando visites una casa o estés en algún lugar, ofrece tu ayuda. No te quedes sentado ahí sin hacer nada.
La primera vez que fui a Chile, me invitaron a comer a casa de una familia ricachona. Cuando terminamos los alimentos, haciendo sobremesa, me levanté a recoger los platos. Vi que todos pusieron ojos de asombro. Después la persona que me llevaba con esta familia me dijo que era de muy mala educación lo que había hecho, que para eso estaba la servidumbre. Mmmmm…
Hay que tocarse el corazón con la gente, los animales y las plantas.
En casa, a pesar de los problemas económicos, vimos desfilar un montón de gente que llevaba mi mamá. Se encontraba en la calle a alguien en situaciones difíciles, ¡y va para allá!, a darles asilo mientras se colocaban; comida siempre había. Esto nos hizo especialistas en dos cosas: colocar «tenderetes», camas improvisadas —campismo, pues— en la sala. Tiene su chiste.
Al pasar el tiempo, mis sobrinos también aprendieron a poner un tenderete. Es de lo más sencillo. Hacer rendir la comida, sin que atentara esto con el buen gusto o la sazón.
En cuanto a los animales, toda mi familia es experta en recoger animales desamparados. De hecho, yo estudié medicina porque de inicio curaba cuanto perro o gallina se me atravesaba.
Bueno, y las plantas ¡por favor!! Mi mamá se peleaba con la gente que tenía por ahí una planta toda seca: «¡Échele agua, no sea tan cruel!»
Cuidado con la gente labiosa; te dicen cosas de los dientes para afuera.
Es cierto, los aduladores, o los que te siguen la onda, no me dan confianza.
No te des golpes de pecho.
Mi madre nunca nos obligó o inculcó religión alguna, ¡ni tiempo tenía de nada! trabajando como enajenada. Así que yo fui sola visitando diferentes iglesias, de varias religiones. Ninguna me convenció. Recuerdo que un día la invité a oírme cantar unas de esas alabanzas en la iglesia que estaba al final de la Calle 3a. Me dio pánico escénico, de mi garganta no salió nada. Pero eso sí, aprendí a tocar el pandero.
Finalmente, decidí no tener ninguna religión. Me cuestioné la existencia de Dios. Cuando lo comenté con mi mamá, estuvo de acuerdo en que si «Él» existía iba a estar más contento de verme que sin el famoso «temor de Dios» que me convertía en una buena persona. «Esa gente que se da golpes de pecho, tiene la conciencia más sucia.»
Así, muchas cosas, con su ejemplo. Sobre todo aprendí que si no es tuyo, ni un alfiler puedes tomar. Que la generosidad, honestidad y todos esos valores eran importantes más que el dinero.
Ahora ya no volteo los ojos con desesperación. Ahora dejo que se humedezcan con las lágrimas de agradecimiento a la mujer mas extraordinaria que conozco.