Medicina estética para envejecer de manera saludable.

El envejecimiento es un proceso natural e irremediable. Tiene como causas dos factores fundamentales:
El llamado intrínseco. Es el que se da por el tiempo, por la edad cronológica, factores hereditarios, de raza. En él está implícito el correr de los años.
El otro, es el llamado extrínseco: es decir, por factores básicamente resultados del estilo de vida, como lo que comemos, la exposición a contaminantes, al tabaco, la radiación solar, el manejo del estrés.
Los cuidados nutricionales y de estilo de vida tendrán una repercusión muy importante.
Actualmente, se sabe que los factores externos tienen una influencia en nuestros genes. Es como si tuviéramos el control de un apagador de luz: podemos prender o apagar los efectos adversos de algunos o modificar para bien los de otros.
Por ejemplo, el envejecimiento del rostro, cuello y escote no se escapa de los conceptos antes citados. El deterioro no es solamente a nivel superficial, muchas personas creen que es suficiente solo con aplicar cremas muy caras; aún cuando éstas vienen acompañadas de una agresiva campaña que promete cambios en unas semanas, no toman en cuenta que el proceso es a múltiples niveles.
En la capa mas superficial de la piel, lo que era el recambio celular normal —que dura aproximadamente 15 a 21 días—, se va haciendo lento, esto trae como consecuencia deshidratación, que la piel luzca opaca, con cambios en la coloración y manchas.
En la capa llamada «dermis», que es muy importante, porque en ella se encuentran las células que producen proteínas de vital importancia como colágeno, ácido hialurónico y elastina, también hay cambios: en ella hay una disminución en el aporte de oxígeno, hay más destrucción de las sustancias de soporte que la producción de los mismos; todo esto agravado por la deficiencia de hormonas, como en el caso de la menopausia, o por el efecto de los radicales libres, producidos por la radiación solar y la inadecuada protección; también por el estrés, por la dieta alta en carbohidratos, etc.
Si seguimos profundizando en las capas, tenemos que hay una disminución en la fuerza de los ligamentos que sostienen los tejidos; una pérdida de la grasa en algunos compartimentos. Y en algunas zonas, esa grasa se desplaza hacia otras regiones, dando la apariencia de los típicos abultamientos en la parte inferior de la cara, lo que yo les digo «apariencia de ardilla». Se profundizan los surcos entre la nariz y la boca, los surcos nasogenianos, que son casi siempre la mayor preocupación de la gente, y que erróneamente se rellenan, lo cual no resuelve el problema.
No solo estos tejidos blandos están afectados. El hueso se va reabsorbiendo y vemos que lo que recubre a la mesa, «el mantel», queda más grande que la mesa. Algunos músculos tiene más actividad formando arrugas de expresión, y otros se aflojan, lo que hace que las fuerzas de unos predominen sobre los otros.
Si no entendemos este proceso, los tratamientos se quedarán solo en tratamientos incompletos.
Durante mucho tiempo hemos visto que tanto el médico como el paciente se conforman con rellenar surcos, o solo aplican toxina botulínica para las arrugas de expresión. No se enfocan en el tratamiento desde un punto de vista integral, y muchas veces, mejorar una parte de la cara, hace que se agrave la desarmonía, porque mejorar un tercio superior, evidencia el envejecimiento del tercio inferior de la cara.
En la actualidad contamos con una gran cantidad de tratamientos. Lo importante —en mi concepto—, es entender que no todos envejecemos igual, que no todos tenemos el mismo tipo de piel, ni las mismas costumbres, que no todos aceptamos agujas o tratamientos invasivos. Y en ese orden de ideas, los tratamientos quirúrgicos tienen sus limitaciones, ya que ninguna cirugía va a poder remediar la falta de colágeno, la disminución de la circulación, la hidratación y la reabsorción del hueso. La propuesta es entender cómo funcionan los tejidos, qué requieren y cómo puedo yo aportar o devolver su funcionamiento normal, y además, poder remediar o proporcionar lo que ya se perdió por medio de productos de buena calidad que no impliquen riesgos, que ofrezcan seguridad y buenos resultados.
La medicina estética es un arte, no se trata solo de tomar una jeringa y «¡listo, pase a la caja!» Es entender la biología, la fisiología; apreciar la belleza, la naturalidad, es no dejarse llevar por redes sociales que dictan los «nuevos cánones de belleza,» rostros sin expresión, bocas que no mantienen una armonía, labios como chorizos, y pómulos falsos.